Sunday, October 29, 2006

Pittsburgh lindo y querido

Y sin estar demasiado convencidos de donde nos encontrábamos, nos desplazamos hasta la entrada de aquella pequeña gruta, cubierta de una capa de verde y de ramas. Estábamos a unos metros de enfrentarnos a nuestro destino. Y por fin entramos en la cueva.

La escena que apareció ante nuestros ojos era digna de ser reflejada en un lienzo, como ésas de Velázquez que pintaba hace 400 años y que parece que todavía respiran. La gruta comprendía unos 10 metros de ancho, por unos 15 de largo, y estaba presidida por un enorme caballero, de pelo marrón, que atraía la atención por su gran tamaño y sus insólitos ojos amarillos.

-Bienvenidos, amigos. Os he estado esperando durante los últimos días. Sentaos por favor, y picad algo, que he hecho puré de calabaza y he puesto unas patatas fritas.
-¿Y no tendrá unos Gusanitos, o Doritos? Aunque realmente lo que a mi me gustan son los Phoskitos...
-Lechón, no te da vergüenza... - le susurré mientras le daba un codazo.
-Estáis aquí porque el Dr Maligno os introdujo con sus malas artes. Permitidme que os ayude con esta vuestra aventura. Juntos, podremos conseguir que salgáis por fin de este bosque.
-De acuerdo-respondí- dejadme que os agradezca vuestra generosidad, ante lo cual nos sentimos abrumados y ....
-Corta el rollo, que si, que de nada, pero antes de partir en búsqueda del Caballero Visual C++, podíamos jugar un rato a las cocinitas.
-Vale.
El lechón, perplejo, se quedó observando durante varios minutos mientras el Caballero Matlab y yo jugábamos a preparar las verduras, freírlas y hacer un puré asqueroso con servilletas de papel y agua.

Una vez que pasó tal enajenación mental transitoria, nos pusimos en marcha, aunque tanto yo como Patillabrava empezamos a notar algo extraño en el comportamiento del señor de Matlab. Cuando empezó a graznar como un cuervo sin motivo aparente, y nos miró con una sonrisa pausada, notamos que en cuanto a brillantez mental, estábamos a la par él, yo y un pedazo de queso.

La situación se agravó cuando llegamos a un cruce del pedregoso camino. A pesar de contar con GPS y cinco clips de Playmóbil, un barriguitas, y dos pinipón, no acertó a decirnos cuál era el camino. Supimos entonces que el camino hasta poder abandonar el territorio de Schilley iba a ser duro y tedioso.

¿No os habéis parado a pensar que cuando estáis en un bosque, es como si os hicierais más niños? Así, al menos, era como me sentía aquella mañana de invierno, cuando la capa invisible que cubre las plantas te hace salir de lo cotidiano, de la sensación de importancia que nos damos en el trabajo, en la escuela, donde como en un gran teatro acabas pendiente de los demás, de estar arreglado, de no meter la pata, de estar en un estado de gracia casi permanente. Y si no basta con que nos manchemos con algo en un lugar bien visible, para llevar el apuro del día. ¿Nos preocuparíamos tanto si estuviésemos solos en casa, o como ahora, solos en el medio del bosque?

Tras caminar durante más de tres horas, descansamos al pie de un enorme castaño, que dibujaba el suelo con su bellísima forma imperfecta. Entonces, el caballero Matlab salió corriendo detrás de una ardilla. A mi no me extrañó, pues es una de las actividades que más me divierte, seguir a los animales e intentar oír lo que dicen. Pero el lechón, que ya tenía la mosca detrás de la oreja desde hacía un rato, intentó cogerla, pues nunca le gustaron las moscas. Además, se mosqueó y cuando volvió el caballero Matlab, le preguntó:
-Mira chaval, ¿tú eres tonto, o entrenas para el cargo?
-¿Para qué cargo?
-Me cag... tu calavera. Te vas a enterar.
Y como si le hubiesen perdido la cinta de vídeo en la que grabó Rocky III, salió detrás del Matlabito, intentando pegarle un mordisco en la pierna.

Lo persiguió durante casi un minuto, hasta que conseguí agarrarlo, y convencerlo de que no merecía la pena.
-¡Pero si el tío este es un nécora! Si me ha dicho que cree que las pitufos son de marte y los Fragel Rock de Venus.
-Pues si que está un poco tocadito el colega.
-Seguro que no hizo la colección de cromos de David el gnomo, ni nada.
-Está bien, lo confieso - dijo el caballero Matlab entre sollozos- Mi verdadero nombre es Matorano Labano, y como estaba cansado de que se rieran de mi nombre, e hicieran la rima con nombre y apellido...
-¿Qué rima?- preguntó el lechón.
-Pues Matorano Labano, me la agarra con la m...
-Ya sabemos qué rima es, no hace falta que sigas-le interrumpí.
-Me dedico a esto porque hice pruebas a mascota de equipo de béisbol, y me dijeron que no me metía en el personaje, solo porque me comí unas cuantas lechugas.
-¿Qué mascota era?
-Era un león melenudo.

Asumiendo el revés que se nos presentaba, decidimos seguir el camino. Además de no saber como encontrar a nuestro enemigo, la única esperanza de ayuda se desvanecía como $5 un sábado por la tarde. Sólo nos quedaba la resignación del vencido, que lo hace más peligroso por no esperar salvación alguna. Eso y los Playmobil que había traído Mat. Pero un movimiento entre la maleza llamó nuestra atención y llamó a un taxi. Un cuerpo cubierto por una capa se deslizaba por lo más espeso de la vegetación, avanzando hacia nosotros. Su cara, afilada, tenía las cicatrices que deja el odio del pueblo, un odio irracional y antiguo, el que te provoca lo que te obligan a hacer cuando tú no quieres. Era, ni más ni menos, que el caballero Visual C++.

Y aquí termina el capítulo quinto de "Un lechón perdido en Pittsburgh". Parece que la trama se está acercando a su final. Aunque nunca se sabe.

Hoy han vuelto a perder los Steelers, lo que es un auténtico mazazo para la ciudad, pues el football se vive aquí como casi no he visto vivir un deporte en ningún sitio. La gente se viste con la camiseta oficial en bancos, hospitales y casi en cualquier comercio de la ciudad. La gente lleva desde la citada camiseta, hasta sudaderas, gorras, incluso las mujeres llevan los pares de pendientes de los Steelers. En el estado de Pennsylvania no es obligatorio llevar matrícula delantera, de modo que puedes colgar una matrícula de los Steelers, de los Pirates, de Francia, o del Pato Donald. Y también llevan banderas de los Steelers en las ventanillas, pues venden unos soportes para ello. Es una locura.

RLH Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda
RCH Duck soup. Marx brothers. Sopa de ganso
RMH Milladoiro y Ana Belén - Moraima

Besos, y este lechón se lo dedico a Guillo, por ser mi hermano, y por su I-pod glorioso. A ver si otro día lo dibujo en papel.

1 comment:

Jil. LO said...

Menuda publicidad subliminal... Madre mia!