Tuesday, September 12, 2006

Juanjo y la luz: No se odian, pero tampoco se aman

Continuando con el olvidado episodio de haber contratado el piso, tuvimos que ir, sin comer ni nada, a contratar la luz al Downtown, o dicho de otro modo, el centro financiero, aunque algunos lo llaman el tropieza-turistas. Esto se debe al efecto "Ooooooh". Dicho efecto consiste en que cuando alguien llega nuevo aquí, va como un tonto mirando hacia arriba, para ver el final de los rascacielos. Es entonces cuando se produce el contacto o galleta con la gente que va andando normal.

Pues ahí fuimos, a contratar la luz el primer día, en Smithfield St. Esperamos como 1 hora y tres cuartos, para que luego digamos que en España esto y lo otro. Y por fin, lo contratamos, incluida agresión de un niño (o niña, no llegamos a saberlo) al pobre Roberto.

Ya felices, volvimos al hotel, con el deber cumplido. Al día siguiente, como conté en otro post, nos levantamos tempranito para llevar las maletas a nuestro flamante apartamento, y gracias a las indicaciones de la recepcionista del hotel, tardamos 2 horas y cuarto en hacer un camino de 20 minutos.

Aquí podéis ver nuestra casa:

Podéis apreciar el incrustado de ágatas y ojo de tigre en toda la fachada. Otras piedras preciosas, como el zafiro y el rubí, se ha reservado para los pasillos interiores.
Se puede percibir el trabajo de cantería fina presente en los alféizares de las ventanas.

He omitido deliberadamente la aparición en la foto de otros lujos, como el oro, el platino y el papel de periódico, para no provocar envidia y rechinar de dientes entre las masas.

Os agradezco a todos los que me habéis regalado una palabra (dos personas), y emplazo a todo el que quiera a seguir regalando palabras, que lo haga sin límite de tiempo.

Por cierto, última hora: está cayendo el diluvio universal, así que ya he empezado a considerar la compra de una canoa. Aunque por otra parte, me tira más el formato flotador patito que tan buenos resultados ha dado a lo largo de la historia náutica.

Saludos y besos. Y ya se sabe que es triste pedil, pero es más triste robal.

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