Thursday, December 28, 2006

El teatro de Melquíades

Así como muchas profesiones o carreras tienen elementos que los distinguen, o símbolos que refuerzan su identidad, existen otras que carecen de dichos iconos. Por ejemplo el ingeniero. Todos podemos identificar a un periodista con una pluma, un médico por un... todos sabéis a lo que me refiero, el cacharro ese que llevan en el cuello para que todos sepan que es médico, aunque no lo necesite llevar en el cuello, ya que lo podría llevar guardado en un bolsillo de la bata, que para eso están (ver foto). Y tantas otras profesiones, investigador microscopio, farmacéutico marmita,... Pero que le podemos asignar a un ingeniero que represente su identidad, su quehacer, su idiosincrasia, en definitiva, su alma.

Muchas son las alternativas que se han propuesto a lo largo de los años. Ya en 711, después de la batalla de Guadalete donde los musulmanes nos dieron leches hasta en el cielo de la boca, el ingeniero de puentes de Don Rodrigo, que era un inútil (en realidad era un inútil el ingeniero y Don Rodrigo), propuso como símbolo ingenieril el puente, por su significado de victoria del hombre sobre la naturaleza.

Este símbolo no cuajó, porque:
1-No había colegio de ingenieros ni en la provincia, ni en el país, ni por internet ni nada.
2-La elección de un símbolo tan partidista (los puentes siempre fueron muy elitistas) provocó el malestar entre el resto de ingenieros, que iniciaron las llamadas Revueltas del puente, de tan nefastos resultados para la economía, pues los huelguistas destruyeron los puentes que tenían a mano. El problema es que lo hicieron en plena huída hacia el norte de la península, y lo hacían antes de cruzarlos porque tenían el ansia. Y así se quedaban atrapados, y los amigos de Táriq Ibn Ziyad les daban las del pulpo.

Lo importante de este hecho, es que se produjo la fractura de la familia ingenieril, que hasta entonces era como la familia Preysler, bastantes, pero no muchísimos, y anunciando Porcelanosa, aunque lo que mola, como todo el mundo sabe, es Pamesa.

Aparecieron los ingenieros estilo "abuelo cebolleta estoy como una regadera", y los de transformación visible, estilo minas, canales, y cosas así.

La siguiente propuesta se celebró en el seno de un partido de mus en la corte de Enrique IV, que en una fría tarde castellana, compartía mesa de juego en Valladolid con tres ingenieros. Uno de ellos de la rama minera, propuso como símbolo de la profesión una medida de mercurio, pero los otros dos, de la rama abuelo cebolleta, montaron en cólera, y abofetearon al primer ingeniero.

Los años pasaron, y se fueron delimitando más claramente las funciones de los ingenieros. Corría el año 1982, y en plenos mundiales de fútbol, un ingeniero industrial, propuso, mirad si era menguado el colega, elegir como símbolo de la profesión al mismísimo Naranjito. Perdiendo el respeto a todo lo humano y lo divino, legiones de ingenieros cabreados ocuparon el colegio de Madrid, exigiendo la destitución de semejante cantamañanas.

Los ánimos se calmaron, y la delimitación de funciones tan clara entre los ingenieros, comenzó un proceso de involución, hasta el año actual, donde cualquier tipo de ingeniero, puede ejercer en el campo de cualquier otro. Y ahí fue la primera muestra de verdadera unión espiritual de toda la comunidad. Las sugerencias están empezando a llegar desde todas las esquinas del planeta. Aquí tenéis algunas muestras:

Una ingeniera informática mandó un laptop o portátil, ya que todos los ingenieros lo usamos.













Un ingeniero de minas mandó la siguiente propuesta y que no necesita explicación.









Un ingeniero industrial envió la siguiente imagen, que no sabemos muy bien qué quiere decir, pero que nos gusta.







En fin, amigos, seguid disfrutando de la navidad, y una recomendación literaria.

Arturo Pérez-Reverte - Corsarios de Levante (o cualquier otro libro del autor, que si no habéis leído nada de él, seguro que os gusta). No hay mucha gente que no haya leído nada de nada de Reverte, pero...depende....

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